Indagando más en las historias profundas del este, babushka halló un archivo que apunta al primer caso zombie en Rusia.
Kiril era uno de los mejores ejemplos de chico ruso que se halla dentro de los estándares sociales. Vivía en la localidad de Lisva, al este de Perm. Trabajador, honrado, introvertido, serio, con algunos problemas típicos con el alcohol y poco hablador, pero muy querido en el pueblo. Trabajaba como dependiente en una tienda de libros y el encargado notó su ausencia una mañana en la que, tras intentar contactarle sin éxito, pidió a sus allegados que le informasen con urgencia que se debía reincorporar.
La gran sorpresa vino cuando la madre halló a su hijo Kiril sin vida en casa, con el uniforme del trabajo, pero nada más. Sin señales de violencia, sin fugas de gas… Parecía que Kiril había fallecido por causas repentinas y naturales. La madre estaba rota de dolor e incapaz de comprender lo que estaba sucediendo. «Mi hijo estaba sano, tan sólo padecía pequeña fobia al agua que le hacía no ducharse con tanta frecuencia, pero nada más. ¡No estaba para morir tan joven!«.
El entierro se formalizó en las afueras y la familia y amistades de Kiril se despidieron de él con todo su pesar. Su jefe lamentó también su caso, ya que llevaba muchos años trabajando con él. Afirmó que su sustituta Anastasya tardaría bastante tiempo en aprenderlo todo.
Cumplidas unas tres semanas del triste fallecimiento de Kiril, su madre llevó unas flores a su tumba, pero algo había sucedido. La tumba aparentemente había sido profanada y su hijo no estaba allí. Inmediatamente corrió a la policía con angustia y desesperación para denunciar estos hechos. Pero una vez allí, encontró el centro policial en estado de alerta. Dos patrullas se preparaban para partir, armadas y con un aviso de emergencia.
Anastasya hacía todo lo posible por atender bien la librería cuando horrorizada observó a lo lejos tras el escaparate que «algo» se acercaba lentamente hacia allí. Inmediatamente cerró el establecimiento y pidió socorro horrorizada. Nadie podía creer lo que estaba viendo. Era Kiril, o al menos eso aparentaba. Estaba mugriento, con la cara descolorida, caminando mientras arrastraba sus pies, emitiendo unos gruñidos incomprensibles y con un olor tan fétido que nadie negaría que había regresado de ultratumba.
El barrio entero estaba escandalizado. Se cortó el tráfico y evitaron acercarse a él hasta que llegó la policía. Uno de ellos apuntó con su rifle a Kiril mientras gritaba a sus superiores: «Ya sabía que los EEUU nos enviarían una plaga así. ¡Déjeme disparar cuanto antes!«. Se dirigieron a él mediante altavoces intentando comunicarse, pero sólo obtenían gruñidos de respuesta. Cundía la desesperación por ver lo que estaba sucediendo.
Un empleado del zoo de Perm se acercó con un rifle de dardos tranquilizantes y «abatieron» la supuesta amenaza, que fue trasportada en secreto para estudiar el caso.
Dos días después, Kiril apareció en casa. No dijo una palabra. Dio un abrazo a su madre y el oficial de policía que le acompañaba le explicó lo siguiente.
«Su hijo es «gil******s». Su adicción al alcohol ha costado un enorme disgusto y mucho dinero a nuestro ayuntamiento«. Y comenzó a hablar sobre lo que había sucedido.
Kiril parecía catalepsia, la enfermedad de la «falsa muerte» cuyas consecuencias de rigidez postmortem pueden oscilar entre minutos y semanas. Fue enterrado vivo y regresó al mundo sin recordar qué había pasado, pero lo primero que hizo fue emborracharse tanto que perdió la capacidad de hablar con claridad o caminar erguido. Posteriormente quiso reincorporarse a trabajar, sin recordar nada de las últimas semanas ni de su situación. Se dirigió a la librería en un estado tan lamentable que fue confundido con un zombie. En cuanto al olor… aparte de llevar los pantalones manchados, se habían cumplido seis semanas sin ducharse. «Ya dije que le tenía que haber disparado cuando pude«, recordaba el policía de gatillo fácil.
Esta vez no ha habido que lamentar mayores consecuencias, excepto que Anastasya perderá su empleo y Kiril tuvo que tirar los pantalones, pues en la tintorería los declararon como siniestro total.
Babushka suspira de alivio ante la falsa alarma, y recuerda que seguirá atenta e indagando por más sucesos en Rusia.